Petro: El ´Prometeo´ criollo

Autor: Mauricio Delgado

 

Petro: El ´Prometeo´ criollo

´Frankenstein´, la memorable obra de la escritora inglesa Mary Shelley publicada en 1818, narra la historia de Víctor Frankenstein, estudiante de ciencias naturales de una universidad Bávara, quien tuvo la ocurrencia de crear un ser de apariencia humana, terminando por dar vida a un ente ´repulsivo´, que cometió horrendos crímenes, entre ellos el asesinato del propio hermano de su creador y que acabó por matar al mismo Frankenstein por el cansancio y la angustia causadas por perseguir sin éxito a su diabólica obra para destruirla y con el arrepentimiento de su terrible error. La obra de Frankenstein, es conocida también en el mundo literario con el título de ´El moderno Prometeo´, en alusión al titán de la mitología griega célebre por haber ´desafiado´ a los dioses al robarles el fuego -luego de que Zeus prohibiera su uso a los hombres-, por lo cual Prometeo es conocido como el ´Protector de la civilización humana´.

Pues al parecer el presidente Gustavo Petro en su afán de convertirse en el ´Protector de la civilización humana´ y al no haber dioses a quienes retar está empeñado en ´desafiar a la razón´ y de ahí lo evidente de verse muy lejano al Prometeo mitológico y al contrario más cercano a Víctor Frankenstein, el ´Prometeo moderno´, quien consiente de haber creado una horripilante obra intentó y no la pudo destruir. Este ´Prometeo criollo´ poseedor de ´ideas maravillosas´ y probablemente con propósitos muy nobles, está haciendo de su gobierno un verdadero ´engendro´, producto de gestionar su gobierno como una suerte de laboratorio en el que practica ´experimentos´ que no solo están en contra de la razón, sino más grave aún en contra el bienestar y la vida misma de los colombianos, empleando prácticas experimentales con las que dirige los destinos de la nación, las cuales -seguro sin proponérselo- son el sello inconfundible del mal gobierno que está adelantando.

En este marco experimental, nuestro ´Prometeo criollo´ tuvo la osadía desde el principio de su gobierno de poner en cabeza de las más altas responsabilidades del estado a personas sin las competencias debidas, privilegiando además de la afinidad ideológica la cercanía personal -por supuesto estos dos últimos factores comunes en gobiernos anteriores-, con lo cual los ministros, los jefes de departamento administrativo, los directores entidades nacionales de primer orden y sus segundos se constituyeron en un equipo inferior a las necesidades del país, un equipo que además para paliar su incompetencia esgrime en sus cargos una arrogancia que limita a los funcionarios de las entidades que pueden tener el conocimiento y la capacidad para cumplir su misionalidad, siendo en general estas personas relegadas y hasta maltratadas por estos advenedizos que ni hacen ni dejan hacer. Cabe anotar desde luego, que dentro de este equipo que el presidente dispuso para dirigir a la nación hay personas muy preparadas y sin tacha alguna, radicando el problema en que ocupan cargos para los cuales no tienen las competencias, como también vale decir que otras tantas ni son preparadas ni son intachables, pero aun así ahí están, como un reto a la razón y al sentido común.

Con este experimento de poner en los más altos cargos del gobierno a personas poco idóneas -para la responsabilidad que les compete-, se agrava el problema cuando el presidente concentra su mayor esfuerzo de dirección y control en causas personales, dejando los grandes temas de la nación al garete, con inexpertos e incapaces empoderados, mientras él se dedica a micro gestionar asuntos como los de poner al presidente de la Cámara de Comercio de Bogotá -pactando favores con grandes empresarios del país, los mismos oligarcas que él detesta-, o el de tumbar y poner a una allegada suya en la dirección de Corferias -manipulando desde entidades del estado a la junta directiva de la entidad-, o el atravesarle al recién nombrado rector de la Universidad Nacional para impedir su posesión -poniendo a la misma ministra de educación a liderar la confabulación-, o el sabotear a la Federación Nacional de Cafeteros por elegir a un presidente que el mandatario no quiere. Y en estos casos, como en otros que se han dado y otros tantos que vendrán, al presidente Petro poco o nada le importa si para ello tenga que llevarse por delante a las instituciones o si con su actuar promueve, por ejemplo, que los estudiantes de la nacional acaben con su universidad y no culminen su semestre, ya que a él no le importa si el país se destruye, pues ya lo intentó como subversivo y también como candidato.

Pero la iniciativa científica del presidente no repara en el riesgo y así nuestro volátil Frankenstein decidió cambiar el método con el que el estado mismo se regula y optó por modelar a imagen y semejanza de sus febriles sueños al estado cuando en el legislativo las cosas no resulten como a él le pareciera debería ser. Por ello, el presidente al no poder pasar una reforma a la salud sobre la que se advertían graves peligros del colapso del sistema, empezó a experimentar con apropiarse de las entidades de salud que bajo la figura de las EPS constituyen la columna vertebral del sistema. Así un día uno de estos funcionarios con baja competencia de conocimiento y experiencia, pero alta capacidad de hacer caso, violando el debido proceso empezó a intervenir a las EPS, mientras el ambiente era atomizado con el combustible de un ministro de salud que más que médico parece un chamán, diciendo barbaridades sobre materias que al menos debería conocer y respetar, cerrando con broche de oro la andanada científica de su ´experimento con la salud´ con una modelación del sistema de régimen especial de los maestros colombianos improvisado y amañado, que ha traído caos y pueda ser que no signifique la pérdida de vidas humanas, pues no hay nada más ruin que experimentar con la salud de la población.

Así, ensimismado en su autoimagen de ´Protector de la civilización humana´, como el Prometeo griego, se empeñó el presidente Petro en mandar a sus titanes a manipular al legislativo, pensando que seguramente ellos con el uso de argumentos y uso de la razón se sumarían a su visión de cambio, una visión propuesta desde la ideología y la narrativa, pero sin sustento técnico y mucho menos económico, sabiendo en el fondo que su ´experimento legislativo´ no tendría éxito sin el uso de las prácticas corruptas de la política que el otrora senador tantas veces cuestionó, dando a estos titanes una patente de corso para que usaran el erario público para aceitar las voluntades del congreso, como suele suceder aquí en Colombia y en cualquier lugar del mundo. Y así, sucedió lo que se advertía desde cuando se armó la coalición de gobierno a finales de 2022, al dedicarse el gobierno a romper con la institucionalidad de los partidos, dando unos presupuestos por aquí, unos cargos por allá a cuanto legislador hiciera falta, con una avidez, inocencia y torpeza que dejó tanta evidencia que terminaría por permitir que fácilmente en principio la prensa y más adelante los entes de control develaran el desangre al presupuesto que este gobierno había promovido.

Y de tantos otros experimentos, conviene exponer tal vez el más peligroso, el horripilante engendro con el que empieza a causar terror en la sociedad y es el de la ´narrativa incendiaria´, con la cual el presidente atiza los ánimos de la población lanzando teorías de conspiración se supuestos ´golpes blandos´, que esgrime cada vez que uno de los poderes legítimamente constituidos se opone o desenmascara sus otros engendros, sus maléficas creaciones. Si el congreso se opone y no da paso a una de sus reformas se atreve a acusar de corruptos a los legisladores, como destructores de la institucionalidad pues el presidente considera que el país está obligado a acatar sin objeciones sus reformas, como si Colombia fuera una dictadura y no una democracia. Aplica una narrativa según la cual solo él y sus cercanos son limpios y decentes, al punto que cuando sale uno de tantos escándalos de corrupción en su gobierno culpa a la ´oligarquía´ -su Némesis más citada-, dando permanentemente a entender lo que esta semana su actual director de la Unidad de gestión del riesgo sin vergüenza alguna declaró, esgrimiendo que en la izquierda no hay corrupción, que esta solo cabe en la derecha y en el centro, justo en momentos en los que él mismo tiene bajo su responsabilidad a la entidad más corrupta de este gobierno -y seguramente de los anteriores-, como se está discutiendo profusamente en los entes de control y en la opinión pública, con los Olmedos y los Sneyder, a los que se sumarán muy pronto ministros, congresistas, altos funcionarios y lobistas del estado.

Es sin lugar a dudas su experimento más horrendo, el de la ´narrativa incendiaria´, pretendiendo como sucedió ayer decir que al presidente lo quieren tumbar luego de que el Consejo Nacional Electoral (CNE) formulara pliego de cargos a su campaña, ante lo cual la genial ocurrencia de este ´Frankenstein criollo´ fue la de atizar el odio de clases, llamar a la calle a ese etéreo ´pueblo´ que el reclama como el de él, como si el pueblo no fuéramos todos. Pues el presidente amplio conocedor de los procesos legales de los cuales ha salido airoso en todos, sabe que a él no lo van a tumbar, entiende que el talón de Aquiles del proceso de su campaña en el CNE es Álvaro Hernán Prada, uno de los magistrados ponentes, quien más que oposición en su paso por el congreso demostró odio por su ahora acusado y eso será suficiente argumento para enredar el claro caso de violación de topes electorales -como lo violan todas las campañas-, alargando el proceso a tal punto que cualquier determinación, de existir, tomará años antes de quedar en firme.

Aun así, el experimento mayor del presidente es el usar el fuego no precisamente para devolverlo al uso de los hombres, como el Prometeo de la mitología griega, sino más bien para incendiar a un país que él quiere que lo vea como un mártir, un Titán que lo intentó pero no cumplió sus promesas de gobierno no por su incapacidad como estadista ni por la incompetencia de su equipo, sino a quien la ´oligarquía corrupta que no quiere el cambio´ sencillamente no lo dejó, pues no respetó el ´mandato popular´ que él tanto enrostra en cada una de sus apariciones. Ahora su gran apuesta de gobierno, su gran experimento tenebroso será el de dedicarse a agitar las calles sin conocerse a ciencia cierta cuál sea su propósito final, que ojalá no sea el buscar mantenerse en el poder sobre la destrucción de la nación y probablemente de la sangre de los colombianos, con sus incentivos perversos a la protesta, la misma que lo trajo al poder a costa del pueblo que dice defender.

El más probable final de esta ´novela´ en la que el presidente Petro está sumiendo a su gobierno, será el de haber convertido a la institucionalidad del estado en un engendro, como el que creo Frankenstein el ´Prometeo moderno´, pero con la profunda diferencia que nuestro ´Prometeo criollo´ no se arrepentirá como si lo hizo el de la obra de Shelley, pues a su juicio el siempre será el Titán que quiso ´proteger a la civilización humana´, la misma civilización -el pueblo- que hoy lo que precisa es defenderse de los engendros de este ´Frankenstein criollo´.

El contenido de esta columna representa la opinión del autor, no la posición de ASB RA