Un presidente desubicado

Autor: Mauricio Delgado

Un presidente desubicado

La humillación a que se sometió solo el presidente Gustavo Petro, a la par de la propia a la que doblegó a todo el país, permite avizorar que el errático manejo de las relaciones con el nuevo gobierno de los Estados Unidos lejos de solucionarse —como con fingido optimismo lo salieron a celebrar el canciller Murillo y el embajador García-Peña— tenderá a empeorarse, si se tiene en cuenta el carácter rencoroso del mandatario de los colombianos, que pasó en menos de 24 horas de una extraña y efusiva publicación en la madrugada del domingo asumiendo una posición radical contra una actuación legítima del gobierno norteamericano, a una vergonzosa y rápida retractación a través de la diplomacia de la nación, en donde capituló derrotado ante el poderoso Donald Trump.

No la debe estar pasando bien el presidente Petro al transitar de ser defensor de los migrantes ilegales a ser la burla del país y del mundo. Trató de posar como el líder mundial que presume ser y acabó evidenciado como un personaje de poca monta que ni en sus decisiones manda, dejando a sus subalternos solucionando el desastre que se avecinaba por su impericia. Intentó ponerse a la vanguardia universal del discurso anti Trump y finalizó dándole bríos al mandatario norteamericano, quien con el rápido anuncio de sus sanciones dejó el caso colombiano como el ejemplo de lo que viene para Latinoamérica y en general para quien no se acomode al ritmo que llegó a imponer.

Ya habían dado él y su equipo muestras suficientes de improvisación y desconocimiento en materia de relaciones internacionales con eventos como el de Israel y Palestina, en donde no tuvo la altura de defender la vida de forma imparcial, tomando en cambio partido por una de las partes. Tampoco supo asumir una posición inteligente y racional para desconocer el robo de las elecciones en Venezuela, siendo tan pusilánime y ambiguo que el vecino entendió su debilidad y con ello asumió una postura agresiva en la crisis del Catatumbo, con ejercicios militares y aviones sobrevolando la frontera —si no es que el territorio colombiano también— a manera de respaldo estratégico al ELN, obligando al gobierno a enviar al apocado ministro de defensa a arrodillarse ante Vladimir Padrino, dueño de la fuerza que mantiene al dictador en el poder y con ello dar un reconocimiento de facto al espurio dictador.

Pero la crisis dominical que creó el presidente es apenas una muestra más del desubique en el que se encuentra el gobierno. Desubicado en materia de seguridad y orden público, haciendo pagar con creces al país su errático modelo de implementación de la paz total. Desubicado en el manejo de la salud de los colombianos, que transformó a la fuerza el sector destruyendo los avances y haciendo de la salud un caos. Desubicado en la administración propia del estado, al mantener en las más altas responsabilidades a perfiles cuyo mérito principal es ser sus seguidores, con poca o nula experiencia y capacidad de gestión, conllevando a una pobre ejecución presupuestal del gobierno central de apenas el 80% a inicios del mes de diciembre pasado.

Y lo más grave, el presidente está desubicado en la responsabilidad que le confirieron sus electores,  que vieron en él una esperanza de cambio y se encuentran ahora con un proyecto político sin rumbo ni futuro, desconociendo a los coequiperos más fieles a su causa mientras hace alianzas corruptas con los partidos tradicionales que siempre despreció, rodeándose de advenedizos a su proyecto político en posiciones de poder, como lo hace con la intocable canciller designada, quien el dos años y medio ha pasado de ser una diligente asistente de agenda, a directora de gabinete, para ahora pasar a dirigir las relaciones internacionales de la nación, desconociendo figuras de la izquierda con trayectoria y trabajo político, evitando que en su colectividad Gustavo Petro tenga alternativa.

Desubicado y solo. Hasta en su hogar luego de sus devaneos panameños, quedándose con ello el presidente sin su base familiar, pasando así las noches y las madrugadas pegado a su celular, reposteando a sus bodegueros para sentirse querido y posteando largos y tediosos mensajes —que solo él entiende— y otros más cortos pero incendiarios como el del domingo en la madrugada, cuando se sintió un poderoso líder mundial. Un presidente desubicado, que fue inferior al compromiso que le entregaron, que no se supo rodear, que no tiene control de sí mismo, que emana rencor e infunde odio entre los colombianos, completamente desubicado, incapaz de mantener unido ni si quiera a su propio hogar.

* El contenido de esta columna representa la opinión del autor, no la posición de ASB RADIO*