La utopía del equilibrio de poderes

Autor: Mauricio Delgado

La utopía del equilibrio de poderes

En el inicio del segundo mandato de Juan Manuel Santos, con su arrollador dominio sobre el congreso de la República, se logró la última ´Reforma al equilibrio de poderes´, a través del Acto Legislativo 02 de 2015 –“Por medio del cual se adopta una reforma de equilibrio de poderes y reajuste institucional y se dictan otras disposiciones”-, en donde fundamentalmente se dio un ligero ajuste al estado, que tuvo entre sus principales elementos la eliminación de la reelección de presidente y vicepresidente, se redefinió la competencia de investigación sobre los procesos contra el mandatario, siendo el senado quien conoce las acusaciones formuladas en la cámara, esto en cuanto al ejecutivo, mientras que para el legislativo se eliminaron los absurdos ´suplentes´ que tenían los miembros de corporaciones públicas elegidos por voto popular, así como se les quitaron los reemplazos a aquellos que fueran condenados por ciertos delitos y se definió el quórum de las corporaciones quedando como base la totalidad de miembros de estas, sin contar por supuesto aquellas que no pudieran ser reemplazadas.

En cuanto al poder judicial, la competencia de investigación de los magistrados quedó en manos de una ´Comisión de aforados´, elegida dentro del congreso de la República, que sería la encargada de acusar ante la cámara de representantes para asuntos disciplinarios de indignidad o mala conducta, ante la Corte Suprema para los delitos y lo mismo ante el Consejo de Estado cuando se trate de magistrados de la Corte Suprema de Justicia. En general, este acto legislativo de 18 artículos, que además de lo anterior trató temas relativos a inhabilidades y a la administración de la justicia, se quedó corto en la expectativa de lo que sería el fortalecimiento del ´equilibrio de poderes´, al ser un ´reajuste institucional´ bastante tímido, siendo tal vez lo más significativo la eliminación de la reelección del presidente, así como otras figuras como la del Fiscal, el Procurador y el Registrador entre otros y la asignación de curules en congreso, asambleas y concejos para las segundas votaciones de elecciones de presidente-vicepresidente, gobernadores y alcaldes.

No puede decirse sin embargo, que esta reforma y otras disposiciones normativas como el ´Estatuto de la oposición´, así como desarrollos normativos y jurisprudencia de las cortes, no hayan sido avances significativos en procura del anhelado equilibrio de poderes, que permitiera que entre el ejecutivo, el legislativo y el judicial se cuide, respete y mantenga la institucionalidad dispuesta dentro de lo que conocemos como estado de derecho, pero tampoco es posible afirmar que en Colombia exista un diseño institucional adecuado que garantice ese balance de poderes que evite el abuso de la función pública de un super poder como lo ostenta quien sea presidente de la República, entendiéndose que el ´tal equilibrio de poderes´ -parafraseando en algo al expresidente Santos, ´no existe´, es una auténtica utopía, mentada como cierta en la narrativa de quienes gobiernan y desmentida por quienes no logran sus objetivos de regulación, sean estos propósitos leales y éticos o perversos y corruptos.

Y es que cuando se mira en detalle el diseño del estado, se encuentra una realidad compleja, que parte del régimen electoral, hoy dispuesto como una factoría de partidos que a su vez se comportan como agencias de avales altamente rentables, que en cada elección compiten por hacerse a los cargos que tienen bajo su responsabilidad cuantiosos recursos del estado para ejecutar y cargos para asignar (presidencia, gobernaciones, alcaldías) o aquellos con poder para incidir en las destinaciones, ejecuciones y nombramientos (congresistas, diputados, concejales), en suma, una ´horda de carnívoros´ dispuestos a todo por ser los orientadores de la contratación pública y la asignación burocrática en Colombia, que anteponen sus apetitos económicos sobre los ´ideales´ -que son otra utopía- de sus colectividades políticas. No todos por supuesto, pero el número de quienes hacen parte de esta ´horda´ es suficiente para limitar cualquier posibilidad de tener un equilibrio de poderes cierto. Además, si a esto se suma que los magistrados de las cortes son elegidos por los congresistas -y ellos tienen el poder para juzgarlos con su ´Comisión de aforados´-, se termina teniendo un complejo panorama en el cual es el legislativo el generador del ´desequilibrio de poderes´ con el que convivimos, pues son los honorables legisladores quienes tienen el poder para dejar al ejecutivo gobernar y el de ´negociar´ a los administradores de la justicia.

Todo lo anterior para procurar exponer la realidad que impávidos estamos viendo y sintiendo los colombianos que somo ajenos a esta ´marrulla institucional´, la misma que el presidente cínicamente denuncia quieren romper sus opositores y que los congresistas insolentemente alegan defender. Así, un día vemos al presidente de la República enviando a sus masas ideologizadas a presionar a la Corte Suprema de Justicia la elección de la fiscal -en clara intención de romper la institucionalidad-, mientras muy probablemente algunos magistrados estarán ´negociando´ su voto con alguna de las tres candidatas a la Fiscalía General de la Nación, a la vez que alguna o algunas de ellas -posiblemente todas-, están comprometiendo por adelantado burocracia para hacerse a la mayoría que les permita la nominación oficial a la dirección del máximo ente investigador, al tiempo que los congresistas, o casas políticas que apoyaron a los mismos magistrados, estarán buscando sacar provecho y ´cobrar´ el favor que permitió la llegada de los togados a sus cargos.

Todo lo anterior mientras se inicia el cierre de la actual legislatura, en donde un día sale el presidente de la Cámara de representantes a ´jurar´ que no es ´Petrista´ -que lo es no por convicción sino por conveniencia- y se publica la hoja de vida para ocupar el tedioso y cuestionado ministerio del deporte a una conservadora, provocando la renuncia del presidente del partido conservador al ver burlado su liderazgo dentro de la colectividad, evidenciándose los movimientos descarados y peligrosos que desde el ministerio del interior se están haciendo en su ´operación avispa´, negociando uno a uno con los congresistas, todo por obtener el apoyo a sus inconvenientes iniciativas legislativas a cambio de prebendas, siendo el mismo presidente Petro el responsable de la ´ruptura institucional´ sobre los partidos políticos, al destruir sus estructuras con una práctica que raya en el cohecho. Y faltará por ver más. A la par que el presidente recompone su guardia pretoriana, con la señora Sarabia como responsable del control que el mandatario no tiene, comprando el silencio del deslenguado ex embajador en Venezuela, ahora en la FAO, emprenderá un ajuste de gabinete que marcará las posibilidades de orientar la voluntad de los congresistas, al tiempo que lanza una advertencia -vía decreto- en el que se arroga el poder de aprobar los giros de proyectos de infraestructura, advirtiendo que en adelante para recibir los recursos de los proyectos habrá que estar de su lado, toda una práctica de corte mafioso.

Así las cosas, la esperanza de tener en el legislativo el moderador de las nefastas propuestas de reformas del actual gobierno, que parten de ideales que rayan en el deseo, pero buscan materializarse en el absurdo que permite la mezcla de la ideologización y la falta de sustento, está en peligro, pues será lo plausible que las voluntades de los congresistas sean manipuladas al entender que cada uno de ellos demanda de recursos del presupuesto y de la burocracia para poder mantener su estadía en sus curules, las cuales para tenerlas requieren cuantiosos recursos, solo posibles a través de la orientación de la contratación pública y la burocracia, que si bien no aplica para todos, si para demasiados. La demostración de esta ecuación se tiene en la alineación de las mayorías legislativas en los gobiernos, que se suman arrolladoramente al mandatario recién elegido y que duran hasta el inicio del último período de gobierno más o menos establecidas, a partir del cual entendiendo que el gobernante actual va de salida y es exiguo lo que pueden cosechar de él, entonces dan la espalda y se empiezan a alinear con el que va llegando. Bueno, vale decir que esto no es un invento de Gustavo Petro, es la práctica de todos nuestros gobernantes, solo que cada quien lo evidencia dolorosamente cuando el que gobierna es contrario a su orientación política, por ello, lo que el progresismo del país cuestionaba a viva voz en el gobierno pasado, hoy le parece de lo más natural.

Y así sucederá ´In saecula saeculorum´ con los gobiernos que vengan, hasta que se logre convertir la utopía que hoy es el equilibrio de poderes en una realidad.

(El contenido de esta columna representa la opinión del autor, no la posición de ASB RADIO)