Gustavo Petro visto por Antonio Caballero

Autor: Mauricio Delgado

Gustavo Petro visto por Antonio Caballero

The Economist publicó esta semana el artículo Can Colombia’s mercurial president bring “total peace”?, en el cual además de calificar al presidente colombiano de “…volátil…” y de plantear el empeño del presidente de alcanzar el logro magnánimo de la “paz total”, presenta el perfil de un mandatario que tiene planes muy ambiciosos, describiéndolo con algunos rasgos que le destacan muchos colombianos, como los de “… inteligente y dogmático…”, aunque además haciendo énfasis en sus condiciones de “… narcisista y megalómano…”, “… de actuar errático…” y quien además por su populismo podría llegar a “… arremeter contra las instituciones…”, si llegara a sentirse frustrado. Este tal vez es el perfil que comparten sus contradictores, quienes lo ven más cercano al diablo, mientras sus seguidores ven en él un ser celestial, al que le celebran precisamente su megalomanía y no ven en él defectos graves, a todas luces un personaje complejo en su actuar y difícil de entender.

Cualquier posición sobre una persona como Gustavo Petro tenderá a ser parcializada en función de la orilla política con la que se comulgue, por ello, en aras de buscar comprender al ahora presidente de la República, conviene buscar un referente que pueda dar respuesta a las inquietudes sobre el presidente en su persona, en cómo es y en qué se puede esperar de él. Para ello, se puede acudir a Antonio Caballero, extraordinario columnista -lamentablemente ya fallecido-, que si bien podría decirse fue un izquierdista recalcitrante, siempre tuvo en sus opiniones una diferenciación clara entre lo que eran las personas y sus planes y ejecutorias. Así, para el caso que nos atañe, una cosa veía en Gustavo Petro y otra en sus propuestas y desempeño.

Antonio Caballero con su “perfectamente escrita” columna semanal y sus inigualables caricaturas –Monólogo– que aparecieron en la revista Semana desde 1996 hasta 2020, fue sin lugar a dudas referencia de la opinión del contrapoder y, más aún, del buen trato al oficio de la escritura, gracias a sus notables capacidades, que tuvieron vitrina para expresar sus ideas -más rebeldes que revolucionarias- con sus escritos en varios medios nacionales e internaciones, como lo fueron The Economist, la BBC, El Tiempo, Cambio 16 y la Revista Alternativa, en donde compartió con Gabriel García Márquez. Fue en Semana en donde Caballero tuvo muchas referencias sobre su compañero de orilla ideológica Gustavo Petro y por ello, por estar en ese espectro de afinidad política, pero ser lo suficientemente crítico para entender personalidades, es que es una voz más que autorizada para comprender al Gustavo Petro “humano”, para usar este enfoque tan propio de él mismo.

Y son muchas las referencias sobre el actual Presidente, pero solo con ver algunas quizás el lector pueda llegar a comprender al personaje. Sin pretender un orden cronológico ni abarcar todas las citas de Caballero sobre Petro, se puede partir de una posición concreta que sobre el entonces candidato presidencial -en la campaña en que perdió en segunda vuelta con Iván Duque-, plasmó en su columna en mayo de 2018: “Petro: teoría y práctica”, en la que empieza diciendo “… Lo que no me gusta de Petro es su manera de ser. Petro es Petro. Y eso es lo malo que tiene Petro, un político megalómano que de sí mismo habla en una admirativa y mayestática tercera persona…”, aunque aceptando que el programa de gobierno que presentó era a su juicio “… probablemente el más atractivo…”, más acotando que en todo caso “… no el más serio: es un programa para cuarenta años de gobierno, y lo único que han tenido de bueno los gobiernos en Colombia es que por lo general han durado poco tiempo…”, reflejando algo que también se aprecia ahora, el pretender cambiarlo todo de un borrón, cuando estos cambios solo se puede lograr en décadas.

En esta misma columna Caballero reconocía que Petro fue “… un gran parlamentario, que hizo en el Senado magníficos debates de denuncia y de control político. Sabe hablar…”, pero al tiempo lo describía en su paso por la alcaldía de Bogotá como el ser al que “… conocimos en sus años de alcalde de Bogotá, de ineptitud y de rencor, de caprichos despóticos y de autosatisfacción desmesurada. Su arrogancia, su prepotencia. Su personalidad paranoica de caudillo providencial, mesiánico, señalado por el Destino para salvar no solo al pueblo de Colombia de sus corruptas clases dominantes sino al planeta Tierra de su destrucción y a la especie humana de su extinción…”, algo que aún se puede percibir en su carácter y postura política como presidente de la República, además de manifestar su “… incapacidad para tener o conservar amigos: lo han denunciado como tramposo y desleal sus compañeros del M-19 (Antonio Navarro, Daniel García Peña), y los del Polo Democrático (Carlos Gaviria, Jorge Robledo, Clara López), que se sintieron todos engañados por él en su voraz ambición personalista…”.

Y en cuanto a su paso por la alcaldía de Bogotá, a los tres meses de haberla asumido, en marzo de 2012 en su columna “El Doctor Goyeneche”, se refería a la “derechización” de Petro -entendiendo Caballero la derechización como la ambición y abuso del poder-, “… provocada por la tentación irresistible del poder a cualquier costo. ¿La presidencia no se pudo? Pues entonces la alcaldía. Y después ya iremos viendo. Gustavo Petro lleva apenas tres meses de alcalde, y ya está igual al hoy expresidente Álvaro Uribe: autócrata y autista, ególatra y egocéntrico, egópata y autópata, si es que tales palabras existen…”, haciéndolo capaz de “… llevarlos, de concesión ideológica en cesión clientelista, hasta las alianzas más políticamente repulsivas con tal de consolidar su poder…”, entendiéndose así el actuar actual del presidente en traer a su lado a cualquier fuerza política o político que le sume a sus propósitos, no importa si tienen tachas o no, si comparten sus bases ideológicas o no.

El enfoque de esta columna en la que Caballero comparaba a Petro con el Doctor Goyeneche, a quien recordaba como “… un pintoresco personaje que hace 50 años visitaba las universidades y los colegios de bachillerato de Bogotá para lanzar una y otra vez, como Petro, su candidatura a la Presidencia de la República, y presentaba sus programas: la pavimentación del río Magdalena, la instalación de una marquesina sobre Bogotá para protegerla de la lluvia, el traslado de las ciudades al campo...”, todo un “…volcán de ideas…”, citando una definición de Petro hecha por Antonio Navarro Wolf cuando era un petrista fanático,  pero aclarando sobre esas ideas que “… Son muchas, en efecto, en un gran desorden de ceniza y lava y piedras y cortinas de humo…”, como los colombianos y el mundo aprecian ahora, cuando el presidente todos los días revuelve a la opinión con una nueva idea, sin que la del día anterior aún alcance a ser procesada por las mentes perplejas de quienes las escuchan y no entienden, ni en su alcance, ni en su oportunidad.

A propósito, allí Caballero hacía alusión al metro de Bogotá, cuando presentaba parte de su ideario: “… Desarmar a los ciudadanos. Prohibir los toros, y consagrar la Plaza a “tareas de amor” (¿un motel?). Educar a los niños en “el juego, el canto, la cadena de afecto, la calidez”… En la carrera Séptima, en el centro, peatonalizada por alcaldada o por decreto, reemplazar los bolardos de cemento por árboles: aunque lo que uno ve es que están talando los árboles que había. Hacer el metro. Pero no el que lleva años siendo estudiado y proyectado, sino otro metro, por una nueva ruta improvisada por el magín del alcalde. O tal vez metro no, sino cables aéreos, como en Medellín. O no: mejor un tranvía que comunique por la Séptima la Plaza de Bolívar desde donde Petro gobierna en su Palacio Liévano con el pueblo de Zipaquirá, en donde Petro hizo sus primeros estudios. Y además, buses eléctricos. Y además, “juntar a Bogotá por línea férrea con Puerto Salgar y a partir de allí hacer navegable el río Magdalena hasta el mar”…”. Definitivamente, podrá atestiguar el lector, el mismo Gustavo Petro de hace 10 años.

Ya en el siguiente año, en la columna “Petro, por ahora”,  comenzando el 2103, decía del alcalde que “… Él no vino a la Alcaldía para ejercer el cargo de una manera neutral y aséptica. Vino a hacer política, y, más exactamente, agitación política…”, anotando que los proyectos que anunciaba Petro “… no eran fácilmente atacables desde la corrección política de centro que impregna la política colombiana a la vuelta del péndulo de los ocho años de uribismo. Ni el agua subvencionada para los estratos bajos, ni la densificación vertical de la ciudad, ni la traba a la urbanización de la Sabana…”, pues él con “… elocuencia demagógica (casi todas las elocuencias lo son) y populista (ídem), no se presentaba como un alcalde eficaz, sino como el adalid de los pobres. Equidad, justicia social…” de “… Los recicladores, los pobres caballitos, las niñas y los niños, los toritos muertos, su propia perrita Bacatá recogida de la calle: la política del Amor: ¿quién se va a oponer a tanta belleza? Por eso, ante la más leve crítica, Petro puede mostrarse como un perseguido político empujado hacia el cadalso…”, coronando su descripción con dos características concretas: “… El despotismo: es un tirano. Y la incompetencia: no es un administrador…”.

Sobre su despotismo exponía que “… Quien lo definió como déspota fue uno de la docena de cercanos colaboradores que en solo un año se le han ido: secretarios, consejeros, gerentes de empresas públicas, mientras la ciudad se atasca y se desbarata al grado de sus caprichos de emperador romano: tranvías, metros pesados o livianos, teleféricos, TransMilenios, colegios por concesión o sin ella, basuras, renovación de contratos, improvisaciones, ocurrencias…”, mientras que sobre su incompetencia apenas observó que “… salta a la vista…”, exponiendo además que “… sus instrumentos son, como dije más atrás, la demagogia y el populismo asistencialista, para excitar con ellos la lucha de clases; o más bien –pues estamos en Bogotá– de estratos…”, evidenciando además otras condiciones que lo caracterizan como “… Petro, apóstol de los humildes y, tal como él mismo se define, “altivo ante los poderosos”, no busca la conciliación ni la colaboración, llevando las contradicciones a su extremo, hasta la ruptura…”.

No habría necesidad de más referencias de las muchas otras con las que Antonio Caballero describió a Gustavo Petro, a quien a pesar de todo siempre respaldó con su voto -lo hacía público-, aunque siempre por no encontrar desde su óptica a alguien mejor, en suma, siempre consideró a Petro el “menos peor”. Por ello, el entendimiento de Caballero sobre la persona de Petro merece la atención, pues a todas luces es como una descripción del actual presidente, dada por un Nostradamus que visionó el futuro de Gustavo Petro, no obstante, en realidad más parece que Gustavo Petro no ha dejado nunca de ser él mismo y seguramente nunca lo dejará de ser. Hay suficientes reseñas para entender entonces al presidente, para entender el manejo de sus ideas -fastidiosamente difundidas en Twitter permanentemente-, capaz de aliarse con quien sea necesario para aumentar su poder y capaz de traicionar a quien sea necesario por lo mismo, siempre sin dejar de mantener su postura mesiánica y su megalomanía.

Pero Gustavo Petro es el presidente y de su gestión y de sus resultados depende el futuro de más de 50 millones de colombianos, con lo cual más que atacar al personaje, se precisa manejarlo desde su personalidad y para ello su círculo cercano debe encargarse de equilibrar los disparates y fortalecer los resultados que solo se pueden alcanzar por la vía de la racionalidad, si quieren que la izquierda sea una opción viable a futuro, mientras sus contradictores deben dejar de caer en las trampas demagógicas y entrar en polémicas estériles sobre cada “idea” que sale su boca o se encuentra en su Twitter, pues eso solo engrandece el talante de quien posa como redentor y perseguido, el incomprendido que solo quiere y persigue el bien de los menos favorecidos, pues se puede allanar el camino a una explosión social de la cual solo él sacaría provecho.

Y ojalá entienda el presidente que ya está en el sitió con el que soñó y que de él depende que pase a la historia como el mandatario que unió las intenciones de los colombianos en un cambio benéfico para la nación y no como el autócrata que salió por la puerta de atrás y acabó con las ilusiones de millones de personas que aún le creen, si es que le creen, por que como escribió Caballero en la columna del Doctor Goyeneche: “… y a Petro los petristas no le creen: se limitan a rogar, como en el cuento del paralítico que perdió los frenos de su silla de ruedas en la bajada al santuario milagroso de Lourdes, “¡Ay, Virgencita, que me quede como estoy!“”.

(El contenido de esta columna representa la opinión del autor, no la posición de ASB RADIO)