Gustavo Petro: el (anti) personaje del año

Autor: Mauricio Delgado

Gustavo Petro: el (anti) personaje del año

Suele determinarse en cada diciembre una suerte de balance de lo que fue el año que termina, siendo la selección del personaje del año —que puede ser una persona destacada, un hecho muy relevante o una institución referente—, una forma de sintetizar lo destacable en un país, en una región o en el mundo. Hoy, en el último día del año, ya miles de medios de comunicación, centros de pensamiento y entidades gremiales y no gubernamentales han cumplido esta tarea en todo el orbe y han determinado quien fue —desde la óptica propia de cada uno y desde luego de sus intereses— el personaje del año, reflejando con ello lo más significativo que sucedió en 2024.

Para este mismo propósito, en Colombia a pesar de existir individuos, instituciones e inclusive hechos que podrían ameritar el recibir este galardón simbólico, es evidente que a lo largo de estos 365 días hubo un ´personaje´ que se destacó por su capacidad de mantenerse como el protagonista en todos los medios de comunicación, las noticias, las redes sociales y hasta en los corrillos: el presidente Gustavo Petro, constituyéndose sin lugar a dudas —desde la óptica de quien escribe esta nota— en el personaje del año.

Sin embargo, para infortunio de nuestro país, este protagonismo del presidente Petro constante en su permanencia y belicoso en su presencia, además de permitirle otorgar el sitial de personaje del año, se lo confiere en la categoría de ´antipersonaje´, al ser la permanencia y la belicosidad tediosas del mandatario destacables por la capacidad de daño, odio e incertidumbre que producen, consecuencia de su exceso de confrontaciones y ausencia de realizaciones, que lo han convertido en el actor principal de esta película llamada Colombia.

Decir que el presidente de los colombianos es el ´antipersonaje´ del año puede ser una afrenta contra una persona que fue elegida como una esperanza de cambio —que aún persiste en una porción importante de los colombianos—, pero es el resultado del estilo incendiario e inane de su comunicación y de la exigua capacidad de gestión y logros de su gobierno, lo que ha terminado por alejar las emociones auténticas de quienes creyeron en su propuesta, quedando su apreciación ante la opinión pública ligada al éxito de la horda de bodegueros que replican la incoherencia, la mentira y el odio con los que gobierna.

Incoherencia entre sus promesas de gobierno y la inexistente materialización de resultados, para los jóvenes —a quienes manipuló para incendiar el país—, para los más necesitados —que son tan solo un pretexto de su discurso— o para las mujeres —a quienes traiciona con su cercanía y predilección por los maltratadores—. Incoherencia en su propuesta de ´gobierno del cambio´, en particular en la forma de hacer política y de gobernar, que no solo mantuvo sino profundizó en el uso de componendas corruptas, traicionando a sus electores y a sí mismo, luego del permanente combate que como congresista hizo contra la corrupción, el nepotismo y los intercambios perversos entre las ramas del poder público.

Mentira como herramienta para tapar la incoherencia, construyendo falsas realidades en el imaginario colectivo con el propósito de mostrar resultados inexistentes. Mentira para desvirtuar los hechos corruptos, los fallos y las omisiones de su gobierno, endilgando sus culpas a la oposición, a los medios, a las cortes, al congreso, a los empresarios o a los anteriores gobiernos. Mentira para defender sus teorías ideologizadas —y carentes de sustento— de cambio climático, de seguridad, de paz total o de salud. Mentira para deslegitimar a personas e instituciones que le contradicen y controvierten con evidencias fácticas o científicas.

Odio como secuela natural de la inefable incoherencia y del abuso de la mentira, que brota del presidente Gustavo Petro en cada intervención pública o posteo desde su trinchera de ´X´, con mensajes en los que matiza sus ficciones convenientes con el rencor, la ofensa y los agravios, mientras defiende a ultranza u omite los hechos que le son contrarios, construyendo un ambiente de animadversión y rabia, el cual se había cimentado en el gobierno de Uribe, se estaba edificando en los gobiernos de Santos y Duque, pero con el presidente Petro se está convirtiendo en una muralla infranqueable de agravios e ira que la razón y los argumentos no pueden superar.

No puede dejarse de reconocer que los colombianos en gran parte estamos construidos de incoherencia, mentira y odio, peculiaridades que esgrimimos en nuestro diario vivir y con las que procuramos obtener nuestros propósitos, los más nobles y los más viles, pero le corresponde al presidente de todos los colombianos —todos, los que le quieren y los que no— recibir el infame honor de ser el ´antipersonaje´ del año, pues él no solo promueve la incoherencia, la mentira y el odio, sino que se ha ensañado en su profundización. Y no parece en que el 2025 vaya a ser diferente.

* El contenido de esta columna representa la opinión del autor, no la posición de ASB RADIO*