En campaña

Autor: Mauricio Delgado

En campaña

No es una constituyente lo que el presidente planteó, es la formalización de una campaña que inició desde antes de las elecciones regionales del año pasado, una campaña por supuesto ilegítima, pues es el mismo mandatario quien se puso al frente de la muy temprana movilización que por supuesto ya está dando frutos, al ser el tema más comentado del fin de semana y que ayer retomó impulso al confesar el mandatario sin miramiento alguno que ya empezó, cuando declaró en Montería “… ya estamos en modo constituyente…”, envalentonado por los mismo medios de comunicación, opinión calificada y redes sociales que lo tienen como a él le gusta, como el centro de la atención y de la polémica. En consecuencia, estos últimos días han sido placenteros para el presidente Gustavo Petro. Ha dormido feliz.

No hay que ir muy atrás para comprobar que el presidente en realidad anda en lo que mejor sabe hacer, ser candidato, tal vez lo único en que se puede destacar si se tiene en cuenta que ganó una vez la alcaldía de Bogotá, se ha elegido para el congreso en múltiples ocasiones y hasta ganó el premio mayor, el de la presidencia de la República, cuando hace un par de semanas en Nariño -al día siguiente de la ´Marcha de las mayorías´ que se realizó en su contra el pasado 6 de marzo- exclamó “… en 2026 tenemos que volver a ganar…”, acotando que “… ahí llega la fuerza progresista a profundizar la democratización de Colombia (…) Ahí no podemos retroceder ni un paso…” lo cual valida el entender que las campañas son el terreno predilecto del presidente, son los escenarios en que él se crece, en donde se siente el líder mundial que cree ser y es el ambiente en donde puede dar rienda suelta a su verdadero talento, el del discurso – insulso y algo incoherente- que hace vibrar a una porción importante de la sociedad colombiana, que no es necesariamente la mayoría como él presume, pero sin lugar a dudas una porción importante de la población.

Allí mismo en Nariño -uno de los bastiones electorales en donde triunfó en 2022 y sus copartidarios en 2023- el presidente expresó que “… la oligarquía no saca a Petro del gobierno, porque lo eligió el pueblo y el pueblo va a volver a elegir, y no se puede equivocar…”, exponiendo su molestia por la marcha que le reclamaba por su mala administración, asumiendo esto el mandatario como un reto que evidentemente lo impulsó acelerar el irresponsable llamado a sus huestes para salir a las calles, cuando anunció la semana pasada en Puerto Resistencia en Cali su intención de recorrer el camino de una asamblea nacional constituyente, manifestando que “… Colombia no tiene que arrodillarse, el triunfo de 2022 se respeta y la asamblea debe transformar las instituciones para que le obedezcan al pueblo su mandato de paz…”, toreando a las masas con su “… diálogos sí, concertación sí, pero con el pueblo en las calles…”, como lo comentamos en este espacio.

Para complementar esta evidencia, vale la pena revisar su ´obsesión´ con meterle mano al metro de Bogotá, que se puede comprender al tener el presidente el recuerdo vivo en su mente de la derrota electoral que sufrió en las elecciones regionales del año pasado, cuando entre todas sus apuestas necesarias de las gobernaciones y alcaldías más relevantes, se concentró en la de Bogotá, con su candidato Gustavo Bolívar a quien impulsó sin vergüenza alguna en particular con el intento de resurrección del metro subterráneo, que sigue siendo una espina que le duele en lo más profundo de su ser, para lo cual pretendió hasta influir desde el gobierno chino la modificación del contrato vigente y en desarrollo, perdiendo todo su esfuerzo y empeño contra Carlos Fernando Galán, quien ganó la alcaldía, y hasta con Juan Daniel Oviedo, que se ubicó segundo y con ello obtuvo una curul al concejo de Bogotá, obteniendo el candidato del presidente un vergonzoso 19% de la votación, muy poco si se tiene en cuenta que este candidato tenía el descarado apoyo del presidente, quien llegó hasta volver esta elección un plebiscito, cuando expresó que los bogotanos deberían decidir con su voto que metro querían tener. De ahí que mientras el país veía que su reforma a la salud estaba prácticamente hundida en el congreso, el presidente salió en una alocución televisada hablando de la conveniencia del metro subterráneo y cuando el país se enteraba del aleve asesinato de una líder indígena en el Cauca, obligando al gobierno a suspender diálogos con las disidencias de las FARC en una convulsa región del país, hizo otra aparición en televisión nacional para volver a hablar del metro subterráneo de Bogotá, como si el resto del país no existiera y el problema más grave de la nación fuera el metro de su capital.

Además, es que el presidente cuando salió de la alcaldía de Bogotá, con más sombras que luces en su administración, ganó la llegada al palacio Liévano su contradictor Enrique Peñalosa, siendo este sucesor la demostración que la ciudad no quedó conforme con la alcaldía del hoy presidente y fue Peñalosa quien decidió el trazado elevado del metro, eliminando la posibilidad de que Gustavo Petro pasara a la historia como quien definió la solución de transporte masivo de la capital. Y para completar su amargura, una vez Claudia López relevó a Peñalosa, ella continuó con el proyecto elevado y de ahí que una vez se posesionó Gustavo Petro como presidente inició una andanada para tratar de cambiar el trazado del metro y generó una división dentro de las fuerzas progresistas que hoy le está pesando a su gobierno, pues ya está claro que los verdes en ese momento están distanciados del mandatario y en este momento hay una fractura que se está llevando por delante este importante -y hasta hoy exitoso- movimiento político.

Entonces, llamando al ´pueblo´ a las calles a defender las reformas que más por incapacidad del gobierno que por virtud de la oposición no ha logrado concretar y con la clara intención de meter en problemas a Bogotá atravesando sus intenciones sobre el metro, el presidente de la República más que liderando se encuentra en una clara postura electorera, como el candidato que sabe ser, solo que esta vez se está llevando por delante su gobernabilidad y terminando de enterrar su credibilidad, pues sin bien es cierto que sobre la constitución falta más desarrollo normativo que afiance los derechos y garantías que en ella se establecen, el país en una proporción de gran mayoría no quiere incertidumbres y no hay disposición a firmar un cheque en blanco para que se de la oportunidad de acabar con el estado de derecho y con los avances sociales que ha tenido la nación gracias a la carta de 1991.

Y el presidente lo sabe. Entiende que él no es la persona más audaz para manejar situaciones y tiempos, como lo exige el trámite de una asamblea constituyente según la misma constitución, y no tiene equipo para ello, pues su gabinete está ahora compuesto en una mayor porción de buenos amigos y leales seguidores, que poca o nula capacidad tienen para dar este golpe de mano político que se requiere para aunar voluntades en el congreso. No tiene a mano a Roy Barreras para que haga su trabajo de intrigas, componendas y acuerdos en el seno del legislativo, ni a Benedetti buscando fondos de particulares a cambio de intereses sobre el presupuesto del estado. El presidente comprende que el congreso que hábilmente puso a su servicio al inicio de su gobierno el exsenador Barreras ya se perdió y cada día se aleja más a causa de no haber manejo político ni en él ni en su círculo más cercano. Pero el presidente entiende que, si bien bajo su presidencia no se va a lograr consolidar ni un ápice de sus inviables propuestas de reforma, puede intentarlo en 2026 si en las elecciones se logra mantener un presidente de su cuerda y se logran mayorías propias en el congreso de la república, pues es sabido que el gobierno del país está en el legislativo, siendo el ejecutivo apenas un articulador, un líder, que definitivamente no lo ha sido y seguramente no lo será el presidente Petro.

El presidente esta vez quiere ir a la segura y la premura del tiempo está en que tiene a su favor el manejo del presupuesto para las vigencias 2024, 2025 y parte de 2026, estando ahí los recursos necesarios para aceitar una poderosa estructura electoral que hoy está repartida en la burocracia multipartidista que aún le acompaña, luego, ¿porque no hacerlo él directamente? De ahí que decidió poner en Prosperidad Social a Gustavo Bolívar, no importa que no tenga experiencia ni capacidad administrativa para manejar el billonario presupuesto, lo importante aquí es el manejo de las asignaciones y prioridades para dar la visibilidad a su potencial candidato a sucederlo y buscar asegurar así aquellas regiones, sectores y comunidades que ayuden a sumar para el 2026, tanto en las elecciones presidenciales como en las legislativas.

De esta manera el presidente saca el juego de los fríos pasillos del capitolio y los tenues despachos de las sedes de gobierno en Bogotá. El presidente llevará a sus contradictores a campos de batalla en los cuales él hasta ahora es rey, por eso habla de organizaciones sociales, cabildos y cuanta agrupación pueda ser permeada con su narrativa y la de todo el arsenal de influenciadores ´pagos´ por el estado que tiene en los medios de comunicación pública. Escenarios a donde llegará el periódico ´Vida´ y en donde los recursos sociales, los subsidios dirigidos y la respuesta a necesidades puedan sumar a su plan, por ello es que hasta quiso dejar el presupuesto del estado con grandes partidas sin propósitos concretos. Pero el mecanismo ya está creado y esa manifiesta vocación de hacer ver a su gobierno como el que cubre a los más necesitados, a los más pobres como la prioridad del presidente, así los carrotanques no sirvan y no tengan de donde llevar agua, así los subsidios terminen por no llegar, así las escuelas, centros de salud y acueductos que prometa no se cumplan a cabalidad, en todo caso habrá comunidades que lo escuchen y se sintonicen con su discurso, convenciendo a cientos de miles que el no poder cumplir o avanzar es culpa del legislativo, de las cortes y de unas fuerzas que ´impiden que los programas de transformación se vuelvan realidad´, tapando con palabras su propia incapacidad para gobernar.

Para contener esta temeraria decisión presidencial, precisamente la constitución tiene las herramientas para evitar que el presupuesto del estado se convierta en la caja menor de la campaña más larga y costosa de la historia del país. Son los entes de control y las cortes las que deben ejercer su función para garantizar que el estado tenga los funcionarios idóneos, que los recursos se manejen con transparencia y que las entidades cumplan su función constitucional y no se conviertan en cajas de resonancia y de logística electoral corrupta. Y el legislativo tiene la responsabilidad de ejercer su misión dentro del marco constitucional establecido, como garante del tránsito limpio de las iniciativas y proyectos de ley en favor de la sociedad y no de intereses particulares o de beneficios perversos.

Entramos de frente en una campaña en la que el gobierno de turno, el del presidente Gustavo Petro usará y abusará de todo su poder para buscar hacerse no con su reelección, sino con la elección de un sucesor que le sea leal y de un congreso cuyas mayorías deberán ser suyas a toda prueba, como Gustavo Bolívar lo proponía en 2022. Vendrán dos años más de polémicas y disputas en el terreno de las redes sociales que de gobierno, por que Colombia no tiene presidente, tiene candidato.

El contenido de esta columna representa la opinión del autor, no la posición de ASB RADIO)