18 de diciembre de 2024

Algo no anda bien: La verdadera ruptura institucional

Autor: Mauricio Delgado

Algo no anda bien: La verdadera ruptura institucional

No se acababa de terminar de registrar lo sucedido en el terrible mes de enero en el arranque del año del gobierno, sobre lo cual se comentó en este mismo espacio, con la evidencia de la cadena de errores, escándalos e imprecisiones del presidente y su círculo cercano que derivaron en la exacerbación del ambiente de desgobierno y caos que ya se traía, cuando el presidente en un frenesí inentendible dedicó los primeros días de febrero a una discusión, si bien comprensible dado su malestar con los entes de control que parecieran afinar su artillería contra la campaña que lo trajo a la presidencia y contra algunos de sus aliados, entre ellos su hijo, observando un comportamiento absolutamente irracional al dar una batalla contra una cuenta de ´X´ falsa que usa el nombre del fiscal Francisco Barbosa, llevando al mandatario inclusive a elevar un lamentable llamado de apoyo internacional, publicando de manera torpe en varios idiomas un paranoico llamado a su defensa, al encontrarse según su febril entender en medio de una ´ruptura institucional´ que pretende sacarlo del poder.

Claro, a todos los presidentes siempre hay alguien que por diferencias políticas y/o ideológicas quieren sacarlos del poder, como le pasó a Uribe, a Santos y al propio Duque, a quien precisamente el Pacto histórico se empeñó con perversa intensidad en materializar este cometido, llegando a niveles de usar el terror y causar la destrucción del país, sumiéndolo en meses oscuros de ´protestas sociales´ que más que sociales tenían carácter de terroristas, siendo entonces comprensible que exista dentro de las sociedad colombiana grupos que ´desearían´ que el gobierno Petro no culminara su mandato. Sin embargo, estos ´deseos´ contra el actual gobierno son propios de la efervescencia de las creencias políticas, no estando siquiera cerca de la criminal actuación como la que contra el pasado mandatario tuvo la colectividad política hoy gobernante, sembrando desestabilización, desinformación y construyendo un ambiente de odio y de miedo que facilitó el triunfo de Gustavo Petro.

Pero volvamos a hoy. Evidentemente siempre habrá ´deseos´ para que el presidente en ejercicio no culmine su mandato, pero no dejan de ser aspiraciones y no se trata de ´golpes blandos´ como el presidente desde el inicio de su gobierno lo ha insinuado frecuentemente. Es más, ni siquiera las fuerzas armadas, cuyos miembros en su gran mayoría no son afines al mandatario, han demostrado desobediencia o intenciones de deponer al presidente, al contrario, han evidenciado un nivel de respeto institucional que ni siquiera lo tuvieron con el gobierno Santos, a quien algunos oficiales de alta graduación le mostraron los dientes, aunque no los sables. Por lo tanto, hay que reconocer sin cortapisas que en general en el país no hay nada más lejano a una intención de golpe, sea blando o por las armas, como el actual presidente si lo intentó en su época de sedicioso. De hecho, la opinión calificada, inclusive la que ha sido bastante crítica con el presidente, ha dejado en todos los ambientes la desaprobación a cualquier intención en esa materia, así que lo que vive el presidente no deja de ser una visión paranoica o una excusa para distraer su propia incompetencia. O ambas.

Para finalizar el contexto del propósito de este escrito, la contraparte de la discusión del presidente está en los entes de control, fiscalía y procuraduría, siendo el foco principal de su rabia el fiscal general Francisco Barbosa. Sobre este último, como se ha expuesto en este espacio, el tono y las expresiones agresivas de sus manifestaciones han sido ´desproporcionadas y alejadas de la majestad de su cargo´, aunque podrían entenderse estas salidas de ´politiquero en campaña´ como respuesta a las publicaciones y comentarios ´desproporcionados y alejados de la majestad de su cargo´ que permanentemente son emanados de boca y publicados en redes por el presidente Petro, quien ve en el fiscal Barbosa a su Némesis. A este retador enemigo presidencial, el mandatario incluye ahora a la procuradora Margarita Cabello, cabeza de la entidad que en días pasados ordenó la suspensión provisional por tres meses del camorrero canciller Álvaro Leyva, además de otras decisiones que han empujado al presidente a enarbolar la denuncia a grito herido de ´ruptura institucional´ con la que quieren perjudicarlo sus detractores. Vale decir que las posturas sesgadas ideológicamente de la procuradora y especialmente del fiscal, facilitan la postura de ´perseguido´ que asume el presidente, de manera que aún con hechos tan claros como los que se han develado, lamentablemente terminan restándoles legitimidad a sus actuaciones de control.

Estos elementos, los del comportamiento febril del presidente y el de la actuación con visos de sesgo de los entes de control, son las derivaciones más notables de este amago de ´crisis´ institucional que se está viviendo, en la que el presidente actúa como paciente con ´trastorno de personalidad delirante´ y el fiscal como candidato presidencial sin bandera pero con audiencia, siendo ambas circunstancias las que en realidad reflejan la ´crisis´ que se está gestando y que requiere ser contenida. Así, se precisa entender la situación del presidente Gustavo Petro, de quien conviene recordar mantiene su comportamiento habitual, como cuando siendo alcalde de Bogotá también se sintió perseguido y acudió a culpar a todo el mundo de no querer dejarlo gobernar, a lo cual ayudó en su momento el ´cancerbero de la fe´, el exprocurador Ordoñez, con la sevicia de la destitución e inhabilitación por quince años que profirió contra el entonces alcalde, en fallo que con saña él mismo se encargó de comunicar a los medios, cual cazador orgulloso de su presa.

Sin embargo, el presidente no puede negar, desconocer, ni tratar de enmendar, los yerros de sus más cercanos alfiles, que van desde la ambición desmesurada de su hijo Nicolás o la evidente responsabilidad del canciller Leyva en la licitación fallida y su nefasto desenlace con los pasaportes, hasta la ´inocente´ donación de los 500 millones de FECODE, que en una rústica maniobra han tratado de desviar con argumentos inocuos, como los de ser donación al Pacto histórico o la de ser el acompañamiento al conteo de los votos como labor por fuera de la campaña, para solo citar tres casos. Porque si se suman los de Jaime Dussán, los de los usos no acordes de las entidades del estado para cubrir gastos de la casa de Nariño, los favorecimientos a la nueva horda de ´gachupines´ catalanes que se han visto favorecidos en contratos con el estado o los millonarios giros a organizaciones sociales e indígenas, sin destinos justificadamente ortodoxos, harían interminable este relato. Lo claro, como en todos los gobiernos, es que la corrupción es una realidad sin ideología, de la cual se aferran quienes tienen el poder de signar contratos con recursos públicos y este gobierno no es la excepción, aunque la diferencia notable es que el presidente parece ajeno a las alertas y cuando le sale algo podrido bajo su gobierno, la reacción es la de lanzar acusaciones de responsabilidad o retrotraer casos de gobiernos anteriores, en particular del de Duque.

Por el lado del fiscal Barbosa el asunto es más simple. Él, que no venía precedido de ningún logro mayor en su vida, tuvo en la Fiscalía su reino anhelado, en el cual actúa ni siquiera como el rey sino más bien como un principito inmaduro, que entiende que el mundo debe girar alrededor de él y estar a su servicio. Y con el poder y alcance de esta institución que dirige, tiene los altavoces y los reflectores suficientes que le han permitido ir subiendo el tono de sus declaraciones, si bien basadas en hechos evidentes derivados de la función del ente investigador, siempre matizadas perversamente, enfocadas en demeritar y hasta agredir al gobierno, en particular al presidente Petro, quien como dijimos antes, es responsable de ubicar a este deslenguado personaje como un opositor relevante. Con ello, las declaraciones del fiscal son un platillo de primer orden para los medios de comunicación, alimentando estos el ego del funcionario y de ahí su creciente virulencia, esperando tal vez ser una opción para la presidencia en el 2026, lo cual no va a suceder, pues el valor actual del fiscal es precisamente ser el fiscal. Aun así, su vehemencia en los medios es la voz de todos aquellos que no quieren al presidente, los que ´desean´ que él no gobierne más, pero sin que esto tenga visos ciertos de llegar a ser el ´golpe blando´ que presume el presidente.

Luego no hay ´ruptura institucional´ y tampoco ´golpe blando´, siendo estos conceptos con los que el presidente se quiere victimizar apenas paranoia pura y fuente de distracción de la realidad del gobierno. Tampoco hay fiscal, lo que se tiene en la institución es a un personaje avaricioso de poder, pero por fortuna para el país Fiscalía es lo que hay, una institución con una gran mayoría de funcionarios probos y dedicados a su función. Lo del fiscal se termina en pocos días y la vicefiscal Mancera y la futura fiscal que termine siendo seleccionada estarán dedicadas a lo suyo, mientras la carrera política de Francisco Barbosa iniciará desde un punto alto un descenso que en poco tiempo lo volverá apenas un recuerdo. El problema y el verdadero riesgo de ´ruptura institucional´ está entonces en el comportamiento paranoico y terco de un presidente que no termina por entender cuál es la función de su cargo, el alto nivel de responsabilidad que le corresponde ni la majestad que le compete. Esto se demuestra con las demostradas falencias que tiene el mandatario para cumplir agenda, para armar un equipo competente para ejecutar la gestión del gobierno y para comunicarse al país y con el mundo.

El verdadero riesgo de ruptura institucional se tiene con un gobierno en el cual con un presidente que no gobierna, no hay quien se lo diga ni quien apoye la conducción del estado, un gobierno plagado en cambio de activistas ideologizados que se dedican a seguir y a aplaudir cualquier salida del presidente, por irracional que esta sea. El verdadero riesgo de ruptura institucional se tiene con un gobierno que no es capaz de delinear con argumentos y razón las políticas y los planes para ejecutarlas, utilizando como única estrategia para avanzar en sus ´pregones´ la corrupción de un legislativo con congresistas listos a vender su voto por algún beneficio, muy lejano al cambio prometido con el que se eligieron. La verdadera ruptura institucional se tiene con un ´gobierno del cambio´ que no gobierna y no va a cambiar nada, mientras bajo su mandato promueve la destrucción de las instituciones. La verdadera ruptura institucional está en mantener las tesis paranoicas del presidente y bajo su falso pretexto pretender ahora desafiar a las instituciones y regresar a las prácticas de ´protesta social´ con las que llegaron al poder, para presionar esta vez a las instituciones y generar el miedo para justificar sus propósitos, que ni siquiera ellos saben en dónde van a terminar.

La verdadera ruptura institucional está en un gobierno que quiere romperlo todo, las reglas, los manuales de perfiles de cargos y la tranquilidad y paciencia de los colombianos, llenando los cargos de gobierno con activistas y llegando a puntos de abuso a la lógica, como las de poner en como embajador en la FAO a un ´drogadicto poco confiable´, a ´alguien en quien no se puede creer´, como el mismo canciller lo calificó públicamente el año pasado. La verdadera ruptura institucional está en no saber en realidad que es lo que pasa en la casa de Nariño, en no conocer cuál es el real estado del presidente, apuntando todo a que hay ´algo que no anda bien´ y parece no mejorará.

(El contenido de esta columna representa la opinión del autor, no la posición de ASB RADIO).