Autor: Mauricio Delgado
A contrapelo de las mayorías
La evidencia del fracaso que se va cocinando con el gobierno del presidente Gustavo Petro ayer tomó dimensiones mayúsculas, con las manifestaciones del mandatario en su alocución en ´Puerto Resistencia´ en Cali, en donde alborotó a la multitud y al país entero con expresiones de corte más incendiario que del líder que la nación demanda de su gobernante. Así, en este bastión de la ´primera línea´, la misma que llevó la mal llamada protesta social a niveles de terror y amenaza contra la estabilidad del estado en el 2021, como parte de la estrategia de campaña del actual gobierno, el presidente declaró sin rubor alguno ´venir de la primera línea´ y ´enorgullecerse de ella´, confirmando con ello que él en persona estuvo detrás de los graves hechos de violencia y destrucción con los que quiso romper la institucionalidad para su favor, como de alguna manera lo obtuvo.
En su despachada contra todo y contra todos, se fue lanza en ristre con la prensa refiriéndose en particular a ´las señoras babosas de la prensa´ por decir que ´tenemos el mejor sistema de salud del mundo´. Atacó a las instituciones por ´no estar a la altura de las reformas sociales que el pueblo con su voto decretó´ y demeritó a su propia coalición del Pacto histórico, la misma que facilitó su llegada al poder en 2022, acusándola de ´no ayudar a transformar a Colombia´ y de ser esas fuerzas las que ´impiden que los programas de transformación se vuelvan realidad´. Cuestionó a las cortes, por haberle ´tumbado´ senadores, diplomáticos y nombramientos, endilgándoles el no querer dejarlo gobernar y atizó la hoguera con expresiones como “… diálogos sí, concertación sí, pero con el pueblo en las calles…” en claro llamado a su ya conocida -y exitosa para él pero dañina para la nación- ´protesta social´, acuñando una postura de ruptura social al declarar que ´ya no es momento del acuerdo nacional´ que él dice haber propuesto, pero nunca llegó a conciliar, pues solo se quedó en discurso.
Y así, en medio de agravios a la institucionalidad, a los otros poderes, a sus fuerzas aliadas y en franca postura de carencia de liderazgo, el presidente soltó como una bomba el planteamiento de la posibilidad de una nueva carta constitucional, al no poder el ´gobierno electo popularmente´ aplicar la constitución, con lo cual Colombia tendría según él la obligación de ir a una asamblea nacional constituyente, porque “… Colombia no tiene que arrodillarse, el triunfo de 2022 se respeta y la asamblea debe transformar las instituciones para que le obedezcan al pueblo su mandato de paz…”. Toda una arenga revolucionaria a la que con desesperación acude el presidente Gustavo Petro, ante su flagrante incapacidad de gobernar, siendo a su juicio el mandato democrático una suerte de licencia de autocracia, en la cual sus deseos deben cumplirse a imagen y semejanza de cómo él delinea -con su lápiz de carboncillo con el que acompaña sus apariciones en el atril- sus ideas, sus bocetos y bosquejos que no ha sabido y no ha podido llevar a diseños válidos que aseguren el futuro de la nación, siendo su gobierno eso, un mandato de trazos y esbozos de ideas que de ese nivel no pasan.
El alboroto en medios y redes sociales se tenía que dar, retrotrayéndose las ´promesas´ de campaña del entonces candidato de no convocar asambleas constituyentes, dando para calificar al presidente Gustavo Petro de ´mentiroso´, como si la mentira no fuera un pilar del ejercicio de la política y más de él que proviene de la subversión, en donde la mentira más que una práctica es un arma más. También se reavivaron las alertas por las similitudes a la destrucción institucional causadas por el fallecido Hugo Chávez, advirtiendo la oposición y gran parte de la opinión pública el temor de tener al presidente en camino para atornillarse en el poder, de querer la reelección y ser esa su intención real detrás de este llamado un cambio constitucional que se ajuste a sus más febriles intenciones, quedando desde la tarde de ayer el país en un clima de incertidumbre que encendió el mandatario y luego se propagó con el combustible que aportan las redes sociales.
Claro, difícil no preocuparse ante la plétora de expresiones irresponsables de quien debería ser el promotor de la estabilidad y la certidumbre nacional, pero como lo hemos comentado en este espacio, Colombia tiene un presidente que no sabe gobernar, pero si ser candidato, un político que nació en la subversión armada y maduró en la subversión verbal, ambas capaces de causar grave daño a la nación. Pero se requiere en este momento un llamado a la calma, a evitar los miedos pues la institucionalidad del país, la misma que el presidente desestima y quiere destruir, no es la de Venezuela de los albores de este siglo que permitieron la cooptación de todos los poderes en una sola persona, ni la de Ecuador o Perú en donde se puede deponer al poder legislativo o el del ejecutivo de un plumazo o de absurdos como el de la ´muerte cruzada´ ecuatoriana, en donde con una decisión presidencial se puede quedar una nación sin ejecutivo y legislativo, en todo un ´harakiri´ institucional.
Conviene recordar que en la historia reciente de Latinoamérica los únicos gobiernos que han virado de la democracia a la dictadura han sido Venezuela y Nicaragua, con el común denominador en estos casos de la corrupción mafiosa de las fuerzas armadas, las mismas de las que provenían Chávez y Ortega y las que facilitaron el uso de la fuerza y el terror para doblegar la voluntad de estos pueblos, que quedaron presos en la pobreza y en la limitación de libertades fundamentales como la de expresarse y la de elegirse y ser elegidos, arrogándose a su favor estos dictadores todos los poderes y con ello eternizándose en gobiernos tiranos que han traído hambre, pobreza y muerte, permitiendo ver hoy a ciudadanos de una nación como Venezuela, otrora próspera, deambulando como parias por el mundo, como ciudadanos de segunda, despreciados en gran medida en cada lugar en el que se propongan rearmar sus vidas, al no vislumbrar futuro en su propia tierra. Por ello, no es comparable Petro con Chávez, Maduro u Ortega, no por la persona, sino por la institucionalidad en la que se desempeñan, en particular por ser la colombiana sólida precisamente por su marco constitucional.
Siendo la institucionalidad de Colombia consistente entonces el problema está es en el presidente, que no supo cómo gobernar y no sabe cómo superar sus propias debilidades. Por ello, los comparativos no deben darse por el norte de Sudamérica sino más bien por el sur, en donde un país con muchas semejanzas institucionales a las de Colombia vive una situación similar, Chile. Allí también gobierna un presidente de izquierda o ´progresista´ como tienden a llamarse ahora para recoger fuerzas del centro para alcanzar los votos que les permitan gobernar, las mismas que hoy el presidente desprecia y las que dice haber sumado a su coalición por ´ingenuidad´. En Chile, más profundo que en Colombia, la protesta social llevó a que hubiera consenso en la necesidad de una reforma constitucional, lo que no sucedió aquí al considerar las mayorías la tenencia de una carta suficientemente sólida, que más que cambios demandaba desarrollos para corregir las desigualdades y las falencias propias de un país de ingreso medio.
En Chile, dentro del actual gobierno, se dieron dos intentos de cambiar la constitución, ambos fallidos, el primero con una fuerte influencia progresista y el segundo con marcada impronta conservadora, siendo los dos votados en contra por el electorado, demostrándose allí que el pueblo no está ni en la izquierda ni en la derecha, las mayorías están más bien en el centro, como probablemente suceda aquí. En este marco de las mayorías, el presidente Boric confesó al diario El País de España en entrevista publicada el pasado fin de semana que “… la profundidad de los cambios que imaginamos en un momento fue a contrapelo de lo que quería la mayoría de la población…”, siendo esto lo que no ha entendido -y probablemente jamás entienda- el presidente Petro, que sus ideologizadas reformas están ´a contrapelo de las mayorías´, como tampoco ha entendido que su mentado mandato popular proviene del mismo origen de los mandatos de sus antecesores -Uribe, Santos o Duque- al ser buena parte de los votantes de todos ellos los mismos. Y es que el presidente no entendió ni entenderá que la izquierda no ganó con él, al ser esas fuerzas de centro que convocó ´ingenuamente´ a su coalición del Pacto histórico en realidad las que le otorgaron las mayorías que le dieron la presidencia, pero estas fuerzas del centro ni fueron de Uribe, Santos o Duque ni lo son de él ahora.
Esto si lo entiende Boric, como se evidenció en su entrevista al medio español cuando afirmó que “… las minorías y mayorías en democracia cambian permanentemente…”, lo que exige al gobernante ´saber adecuarse´ aun siendo coherente con los principios. Se debe ´tener cintura´ y dar el giro necesario a las prioridades, acotando que “… la política no es para fanáticos…”, diametralmente opuesto al presidente Petro, quien sigue pensando que todos quienes le votaron en segunda vuelta en 2022 aún están con él, por lo tanto representan el mandato de una mayoría que vería en él un cambio, no entendiendo que en realidad las mayorías no quieren cambios, lo que reclaman es mejoras fundamentalmente en lo que está mal sin dañar lo que funciona y hoy probablemente las necesidades urgentes no las vean ni en las pensiones, ni en la salud ni el régimen laboral, sino más bien algunas aún más básicas como lo son la seguridad y el crecimiento económico, que por sí solas impulsan a las anteriores, las mismas casualmente que el presidente Boric comprende son la prioridad en Chile, según lo relató a El País.
Esto no es un problema de izquierda y derecha. Tanto el crecimiento económico como la seguridad y las pensiones la salud y el empleo son necesidades que pueden cubrirse y mejorarse desde cualquier orilla política, siempre y cuando no sea el radicalismo, la ideologización y la corrupción -sean estas de izquierda o derecha- las fuentes de las soluciones que busquen adoptarse. Chile en materia de alternancia política le lleva mucha ventaja a Colombia, pues allí ha habido gobiernos de izquierda exitosos como los de Michelle Bachelet y la nación ni se fue a una dictadura ni se empobreció. Tal vez la izquierda chilena vea hoy un traspié con el gobierno de Boric, pero él entiende que es por causa de haber ido ´a contrapelo de las mayorías´, pero siendo el mandatario chileno lo suficientemente racional para valorarlo y para retomar el camino de un gobierno que aún puede enderezar en algo sus resultados, tan necesarios para el pueblo chileno, con un enfoque decidido en la seguridad y el crecimiento económico, orientación que también se necesita en Colombia, en donde en contraste el presidente Petro en lugar de agenda para el crecimiento la tiene para el decrecimiento y la agenda de la seguridad está demostrando ser fallida, siendo la irracionalidad del mandatario lo que hace ver al gobierno de izquierda como un fracaso contundente.
Para finalizar este intento de comprender la situación del presidente Gustavo Petro y su gobierno, de nuevo citando a Boric -procurando hacer símiles entre afines- se podría citar una frase que dio el título a la nota de El País sobre el mandatario chileno: “… En la izquierda en general, y en América Latina en particular, ha habido una tendencia a no hacerse cargo de los errores propios…”, permitiendo terminar de entender el perfil del presidente Petro, quien probablemente al ser un subversivo de izquierda de esos que emanaron con el comunismo en la guerra fría no es objetivo en la aceptación de los errores, manteniéndose como defensor de quienes considera sus pares ideológicos y quien a diferencia de Boric ´mira el color político de quien viole los derechos humanos o restrinja libertades esenciales´, siendo esta condición la que le lleva a callar ante los atentados a las libertades del dictador Maduro o ante el terrorismo de Hamas o de Putín, mientras se despacha contra los gobiernos que le son políticamente contrarios como el de Bukele, reclamando por las mismas causas que no ve en sus camaradas.
El presidente Petro se está quedando sin salidas. Su gobierno que en materia política trajo en vez de cambios profundización de las prácticas de corrupción en el manejo de los recursos públicos y en la coacción al legislativo, tampoco encontró los caminos para demostrar viabilidad en sus reformas y con ello su materialización, todo por una torpe ideologización de los textos que las contienen y del manejo político de su gabinete y coalición de legisladores, arrogantes y mentirosos que sin argumentos sostenibles van a tratar de pasar por la fuerza sus iniciativas hoy con menos posibilidad que ayer, gracias a la afrenta del presidente contra los demás poderes. Lo preocupante será ver hasta que punto quiere llegar el presidente con su clara intención de ruptura institucional o que fuerzas se levantarán en su contra para evitar que se lleve al país por delante. Todavía hay tiempo para corregir, como Boric lo está intentando en Chile, pero al parecer el presidente Petro va por un camino contrario, ´a contrapelo de las mayorías´.
Lo que no habrá será asamblea nacional constituyente, pues ni el presidente tiene las mayorías calificadas necesarias para pasar una ley que convoque a ella, ni los tiempos dan para en dos años pasar un trámite de esa envergadura y al ser improbable una ruptura institucional que subvierta la carta constitucional actual para alcanzar una nueva. Es tan solo otra idea que el presidente esboza con su lápiz de carbón, instrumento insuficiente para dejar huellas perennes que mejoren las condiciones de vida de los colombianos.El contenido de esta columna representa la opinión del autor, no la posición de ASB RADIO)
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